lunes, 29 de junio de 2009

LA CARTA / EL OTRO LADO (050112)


Un rostro de diarios ajados, amarillos, sin obituarios, ni tiras cómicas, ni clasificados, me tizna la jeta en un Big Bang personal. Es tu palma en mi frente, como un ministro evangélico. Sacudes en voltios mis piernas, que no son mis piernas, sino el bofe que late a la siniestra del pecho. Abres el techo, el eterno orgasmo cósmico se despliega.
Mi carne de aluminio, bajo un puño. Atlas cargó el peso celeste, yo sólo el mío, pero lo conozco, y cada vez que lo pienso crece la carga. El dolor ajeno es una abstracción; el propio, el universo entero.
Hazte sonar, iza las velas de los cospeles. Fractura la larga distancia con saliva mentolada. Oxida las negras venas sobre las rutas pavimentadas y los caminos de tierra. En duermevelas espero que me hagas llorar con la noticia de que sigo vivo.
Necesito un sesgo, como el de Jane Birkin en la portada de un viejo LP. Menos tiempo para mi coraje despertar. Hablan del viento de Tarifa porque no conocen el de Olavarría. La locura está en el agua, que se lleva los anillos.
El tranco es cansino y áspero, como fraseo de Dylan. En la mente, cargo un mantra monótono como una chanson. Y esta puta canción, es otras de tantas. Una carta, que no escuchas. Tenés el lujo de la sordera en medio de una guerra. Nunca te detienes pese a que los caídos gritan detrás.
Pasé de la vigilia de un búho a la convulsión epiléptica. De cualquier forma, mis garras te hubiesen hecho daño. Si estás en la maleza, sos entonces una rata.
La ciudad es ajena, todos son piezas que se miran como diciendo: ¿Quién se come a quién? Y ahí van ellos, con sus sweaters al hombro y sus últimos modelos. Y ahí van ellas, con sus Ray-Ban negros a buscar sus chicos al colegio. Ante la falta de tu boca conseguí recetas rosas.

Texto: Sebastián Defranchesco.
Foto: Chema Madoz.

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